¿LA ERA DE LA (DES) INFORMACIÓN?… Y LOS CHICOS.

ALMA GIMENO SANZ.

 

 En mis charlas como profesional, algunas familias, aunque ciertamente cada vez de forma menos frecuente, me dicen que sus hijos saben tanto como sabían ellos a su edad, y que “las cosas no han cambiado tanto”. Sin embargo, debo reconocer que no creo que estén en lo cierto. Sus hijos e hijas saben mucho más que ellos a su edad.

¡Claro que saben más!…y normal que sepan más. El “conocimiento” está a tan solo un click.

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El acceso  a la información es mucho más rápido y fácil desde la aparición de internet. Y eso, a mí, siempre me ha dado que pensar. Que nuestros jóvenes dispongan de más información tiene que ser positivo, la gente ha sufrido de ignorancia debido a su ausencia.

Internet nos abre un mundo de posibilidades. Por ejemplo, ¿cuántos chavales en sus pueblos sienten “que no encajan”, sea por lo que sea, e internet les ha dado la posibilidad de descubrir que hay mucha más gente como ellos, y eso les ha reconfortado?

Pero como en todo, tenemos la cara B. Nuestros jóvenes recurren mayoritariamente a internet cada vez que tienen alguna duda, o quieren conocer más, acerca de su sexualidad.  Pero nos tendremos que hacer otra pregunta, partiendo del fácil y ventajoso acceso a la información: ¿esta mayor accesibilidad a la “educación sexual” les hace ser más felices?

Y la respuesta, tal vez no sea tan clara y afirmativa como nos gustaría.  Muchas veces, esa “educación sexual”, les transmite unos modelos utópicos, unas expectativas inalcanzables, que les sumerge en una frustración tras otra.

Hoy, nos centramos en ellos: los chicos. Chicos que, con 20 años, por poner una edad, de repente, os enfrentáis a que no solo es importante que sepáis  disfrutar de vuestra sexualidad, sino que además, os han transmitido de modo implícito, que vuestro papel también es el de hacer disfrutar a vuestra pareja.

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Cuando sois conscientes de cuál es vuestro rol (experto creador y dador de placer), la presión, probablemente, se apodere de vosotros. “¡Tengo que estar a la altura!”. Es una espiral obsesiva que coincidentemente nos contáis, cuando acabáis recurriendo a terapia. Y por mi cabeza circula un: “¡normal que te pase lo que te pasa! Para tu pene cada encuentro sexual es peor que un examen de oposición”.

Soléis verbalizar que en las películas pornográficas (vuestra “educación sexual” por excelencia, en lo que a temas eróticos nos referimos), el pene de ellos siempre está perfecto, y que ellas disfrutan gracias a él. Evidentemente, vosotros queréis  hacerlo igual (o mejor).

Con todo ello nos encontramos con chicos que buscan cifras del tamaño medio del pene, para saber si “dan la talla”; chicos que nos preguntáis cuánto tiempo es lo “normal” aguantar penetrando, porque el dejarse llevar, el placer, el disfrutar… por lo visto ni os lo planteáis, lo importante es “estar a la altura”; y ya, por último, encontramos a los chicos que afirman que la clave no está en cuánto te mide, ni en cuánto aguantas, sino que lo importante es…¡saber moverla!…y, la pregunta que le sigue es lógica, ¿y cómo hay que moverla?

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Seguro que empezáis a discernir ya que uno de los motivos de consulta más habituales en terapia tiene que ver con el pene.

Vivimos en una sociedad que ha dejado claro que el papel de ella es pasivo (muchas acuden a su primer encuentro erótico sin conocer su cuerpo, dando por hecho que serán ellos los que las harán disfrutar); y, consecuentemente, el de un chico heterosexual es totalmente activo. Vosotros tenéis que saber qué y cómo les gusta, porque en función de vuestra pericia en la cama seréis considerados buenos o pésimos amantes.

Y esto es algo, que ambos asumen, aunque no siempre de modo consciente. Os hago una pregunta ahora a vosotras, chicas, ¿cuántas os sentís capaces de verbalizar qué y cómo os gusta en vuestro primer encuentro erótico?… Y vosotros, ¿cuántos llegáis  a estos primeros encuentros con un miedo desorbitado, porque, como os decía, no estáis ante la búsqueda del placer, la diversión sino ante un examen, cuya calificación en gran medida depende de vuestro pene?.

Con este planteamiento, es habitual que las dudas y las inseguridades empiecen a sobrevolar el lugar. ¿Es lo suficientemente grande? ¿Está lo suficientemente dura? ¿Le está gustando lo que le estoy haciendo? Y con todo ello, ¿alguien todavía no entiende que en el momento en el que ese chico deja de ser protagonista de lo que está viviendo para convertirse en espectador de su propia experiencia lo normal sea que las sensaciones cesen, y que por tanto su pene pierda la erección?

Tuve una vez en consulta a uno de estos chicos, que con 21 años y entre lágrimas me dijo: “no quiero depender de una pastilla el resto de mi vida”

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Una verdadera (y buena) EDUCACIÓN SEXUAL, debería centrarse (entre otras muchas cosas) en dar otra perspectiva de esta realidad. En mostrar un modelo en el que ellas no se sientan mal por ser protagonistas de su sexualidad,  que no sientan la necesidad de coartar su libertad a la hora de decirle a la persona  con la que están compartiendo un momento íntimo cómo y qué les gusta, cuando quieren seguir y cuando parar, porque son ellas, más que nadie, las que pueden conocer su cuerpo y cómo funciona su deseo. Y a ellos habría que dejarles claro que deben darse permisos. Permiso para fallar, para no saber, para no “dar siempre la talla”, para no “estar siempre a la altura”, porque no son adivinos, porque ellas tienen que mostrarles. Y, juntos, conocerse y disfrutarse.

Una educación sexual en la que el cuerpo, el placer, los afectos, la intimidad…  sean los verdaderos protagonistas del encuentro, y no tanto los genitales y el orgasmo. Y que enseñe, que el coito es una práctica más, no la única. Porque, evidentemente, el pene de estos chicos no se torna flácido durante los besos, ni las caricias….sino cuando “llega el momento”, y eso, lógicamente es cuando se coloca el preservativo, justo antes de ese coito….porque es ahí donde van a tener que demostrar. Todos los focos se centrarán en él: El pene. El único con la capacidad de hacernos disfrutar… ¿o no?

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