Con los Adolescentes… ¡Ni hablar! Parte II.

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Autora: ESTEFANÍA SÁEZ SESMA.

Como lo prometido es deuda, tras unos días desde la publicación de la primera parte de “Con los adolescentes… ¡ni hablar!”, llega la segunda parte. Hoy nuestra intención es dar una serie de instrumentos para vencer los obstáculos que percibíamos en la comunicación familiar, y responder al deseo de diálogo, que tanto padres como hijos expresan.

Además, vamos a proponer estrategias realistas y posibles, al alcance de cualquier padre y madre,  ¡sin circunloquios estéticos y con interés práctico!

5 CLAVES PARA TENER ÉXITO EN LA COMUNICACIÓN CON LOS ADOLESCENTES:

Para empezar, nos gustaría sugerir: Hablar, si se puede, desde siempre. O dicho de otro modo,  “empezar antes de la adolescencia”. Tradicionalmente solemos admitir que hablar de Sexualidad corresponde a los padres que tienen hijos en edad adolescente, casi siempre con mensajes sobre lo que queremos evitar o los peligros que percibimos (relaciones eróticas no deseables, contagios, embarazos no planificados,…).

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Sin embargo, se puede comenzar mucho antes, y sin necesidad de mensajes negativos. Todo lo contrario, ejemplificando con aspectos saludables e inequívocamente positivos de la sexualidad humana: hablar de ser hombre y ser mujer, hablar de cómo nos relacionamos, de cómo nos sentimos,… y estos diálogos deben darse desde la más tierna infancia.

Vamos con las claves prometidas.

Ante la posibilidad del diálogo directo. Si tenemos la fortuna de que nuestro hijo o hija nos hace alguna pregunta sobre sexualidad, no podemos pretender tener a mano y de manera inmediata la “respuesta ideal a su pregunta”. Es más, esto no hará sino llenar de ansiedad a los padres, ante las posibles preguntas de sus hijos. Más importante que la respuesta es el talante y la disposición mostrada para “querer responder”.

  1. Debemos centrar el tema. Lanzarse a contestar de manera inmediata no siempre es factible. A veces hacen preguntas o comentarios muy amplios, aunque en realidad quieren saber o hablar de algo muy concreto. Una estrategia sencilla y básica es “devolverles la pregunta” diciéndoles algo así como: ¿y tú qué crees? O ¿tú qué piensas? Si tenemos la fortuna de que respondan (¡no siempre lo hacen, avisamos!) podremos ajustar mejor nuestra respuesta. No tanto al enunciado inicial, sino a la persona que formula dicha duda. Podrá parecer retórica, pero no respondemos preguntas, sino a personas que hacen preguntas. Tras el mismo enunciado en diferentes personas (por ejemplo… ¿Es buena la masturbación?) caben respuestas diferentes para cada una de ellas.
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    1. Cuando alguien se ahoga, está en una situación de relativa ansiedad, y necesita un suplemento de oxígeno. Y esto, no es solo una metáfora. Hay preguntas de nuestros hijos, que podrían dejar sin aire al adulto más resuelto (¿la masturbación es buena?, ¿cuándo se está preparado para tener relaciones sexuales?). Y no se trata de que no sepamos responder a esas preguntas, sino que tienen tantas implicaciones, que no es sencillo comenzar. El hecho de “devolverles la pregunta” nos va a permitir también respirar y tomar aire antes de responder. Este valioso tiempo, y sobre todo, la posibilidad de “su respuesta previa”, nos podrá ilustrar sobre “y qué le cuento, y hasta dónde le cuento,…”.
  1. Tener como lema la sinceridad. No sólo en cuanto a lo que les contamos (contenidos de las respuestas) sino también en cuanto a la  sinceridad emocional. No tratar de ocultar o disimular los nervios, las vergüenzas,… sino todo lo 
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    contrario, humanicemos ese diálogo expresando las emociones que nos provoca. Si pretendemos que nuestros hijos sean sinceros con nosotros, nosotros también deberemos serlo. Por ejemplo, si algo no se sabe, esa es nuestra respuesta: “hijo, no lo sé… pero intentaré informarme y opinar. Si algo me agobia se dice: “hija, este tema me inquieta un poco, ojalá no fuese así; pero como es importante,  te hablaré a mi manera…”
  1. Contar de más. Esta preocupación invade a los padres y madres. Algunos creen que si cuentan de más, pueden estar alentando a sus hijos sobre cuestiones que tal vez no se habían planteado (prisa por iniciar algún tipo de práctica, estimular a algo que no se conocía antes…). Pero la información, dada con buena fe y
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    con ganas de ayudar a nuestros hijos, nunca será perjudicial. Sus hijos viven en un mundo que los sobre estimula sexualmente, y los padres serían una gota irrelevante en ese estado permanente de presión mediática en el que sus hijos (sobre todo adolescentes) viven.
  2. Contar de menos. Tampoco esto debería preocuparnos. De hecho, lo que de verdad cuenta es responder. Si lo hacemos, y nuestros hijos no se quedan satisfechos, seguirán preguntando, porque observan que ustedes responden. Puede parecer obvio, pero es así. Por lo tanto, lo importante es responder, y no tanto la extensión de la respuesta. El diálogo se compone de la suma de interacciones, no de una única interacción brillante y espectacular. A esto último no les podemos ayudar.

 Y aunque nuestro estilo es siempre positivo y activo, a veces lo que no se debe hacer puede resultar didáctico. Exponemos unos ejemplos del tipo de respuesta al que nos referimos:

  • “Ahora no es buen momento”
  • “pregúntaselo a tu padre-madre”
  • “Ya te lo contarán en el colegio”
  • “Aún eres muy joven, hablaremos más adelante”

O aún peor, escandalizarnos con respuestas de este otro tipo.

  • “De dónde has sacado eso”
  • “Qué cosas más raras me preguntas”
  • Por favor, qué juventud más alocada…
  • Etc, etc…

Y como queremos seguir siendo positivos y activos, les dejaremos con la siguiente reflexión. Su usted no contesta las posibles dudas de sus hijos e hijas, buscarán las respuesta por otras vías. Y aunque a efectos estéticos no podamos competir con lo que encontrarán en Internet, estamos seguros de que a nivel humano su respuesta tendrá más sentido común y validez de lo que un principio pensaba.

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¿Y cuando el truco es descubierto?. Simplificar el diálogo sobre sexualidad a la aplicación automática de la estrategia: “devolver la pregunta”, puede resultar ofensivo a los seguidores de nuestro blog, y desde luego, no seremos nosotros quienes les faltemos al respeto. A medida que los hijos e hijas crecen, está estrategia dejará de funcionar (siempre) y nos podremos encontrar con la respuesta: “te lo he preguntado yo a ti”. En este caso, les animamos a responder, reiterando algunos consejos anteriores: sinceridad con lo que sé y con cómo me siento.

Y para no frivolizar la complejidad que supone convivir con los adolescentes y su sexualidad, en muchas ocasiones, todo este blog no servirá a muchos padres y madres. Por el simple motivo de que sus hijos ya no hablan y ya no preguntan. Por tanto, ni siquiera tienen la oportunidad de poner en práctica nuestras sugerencias.

Por tanto, y siguiendo con nuestro empeño de adecuarnos a la realidad real (aunque parezca redundante),  nuestro próximo post, continuará con la parte III. Y nos adentraremos en buscar estrategias cuando no hay preguntas ni diálogo, cuando no se habla del tema, ya sea de un tiempo a esta parte, o como tónica habitual en la evolución de mis hijos.

Y habrá mucho que proponer. No se lo pierdan

Puedes seguir escuchando a Estefanía en ARAGÓN RADIO.

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